Alegoría del campo

Manuel Torres Martínez
MIriam Elena Cortés López

Obra alegórica de Manuel Torres que representa, en una estricta ordenación en bandas horizontales de arriba a ababajo, las distintas fases de los trabajos del campo, desde la siembra hasta la venta en el mercado.

Manuel Torres Martínez (1901-1995), fiel a su compromiso, retrata a una parte de la sociedad gallega presentándola en una obra que, por la manera en la que la compone, simula un himno al labrador. La originalidad de este trabajo reside en disponerlo en varias secuencias en orden sucesivo. En la parte superior es el género femenino el protagonista. La serie de mujeres que en la línea superior trabajan en la tierra, y en la inferior recogen en cestos la cosecha, simula estar a medio camino entre una danza tribal y una aproximación al proceso industrial en cadena.

En el término medio, son los hombres los que trabajan con los sachos y rastrillos la tierra, contrastando, en cierto sentido, las diferentes capacidades y roles que desarrollan el hombre y la mujer en el campo. Estos dos escenarios, superior e intermedio, dispuestos como si de frisos clásicos se tratara, se contextualizan en medio del campo y de construcciones propias de la labranza como los hórreos y las pallozas.

En el tercer registro, el inferior, se representa el resultado del trabajo en el campo, que es la venta de los productos. En esta parte del relato se distinguen varios grupos, a pesar de que el papel de la mujer vuelve a ser el protagonista, pues a ellas se debe la encomienda del mercado. Grandes cestas, animales de carga, casetas de venta refuerzan la idea del contexto en el que se articula esta última acción. También hay cabida para el ocio: la comida y la bebida, como así deja entrever la mesa dispuesta en el centro, o las charlas en grupos.

Manuel Torres forma parte del grupo de Os Renovadores. Como sucede con la obra de sus compañeros, existen determinados elementos que justifican esta atribución. No solo se trata del compromiso de su pintura con la sociedad gallega, sino que, desde el recuerdo a la tradición, renueva los planteamientos con que los presenta. En primer lugar, se trata de una obra secuenciada, narrada por partes, que define a la perfección el título del óleo. En segundo, consigue transmitir a través de un hecho tradicional gallego, la manufactura del trabajo, la idea de un proceso mecanizado e industrial, apenas desarrollado ⸺incipiente, podría decirse⸺ en Galicia. En tercer término, presenta a los personajes de manera conceptual. Sabemos que son personas, pero desconocemos su identidad. Identificamos sus funciones por sus actos y por sus vestimentas. Por ello, no se detiene en añadir más datos. En cierto sentido, se percibe el vínculo existente con la obra de Maside, en la manera de configurar los grupos de paisanas, en los que resulta inevitable no recordar la obra de Virxilio. Sucede lo mismo con Pesqueira y los grupos de hombres. En cuanto a la formulación de los rostros, el vínculo con Colmeiro resulta evidente.

Finalmente, en este óleo sobresalen elementos que caracterizan y permiten identificar la obra como de Torres. Por un lado, la tendencia que tiene el artista por realizar obras en formato vertical, facilitando la configuración de este tipo de escenas secuenciadas, en las que emplea una distribución en marcada diagonal. Por otro, su gusto por dibujar escenas en las que se recogen romerías, ermitas y ferias donde actúan grupos de personas. Todas estas escenas guardan relación con las fotografías de la época. Por último, el empleo de color es una de las claves de su obra. Primero porque lo utiliza como elemento compositivo, a través de la superposición de miles de manchas y líneas de color en diferentes gamas que recuerdan la técnica de los impresionistas. Segundo porque, a través del uso del color, demuestra la capacidad expresiva del mismo. Aplica contrastes de tonos arena con verdes y azules, blancos que se matizan con otras tonalidades, pero que desprenden luz. Consigue crear una atmósfera en la que apenas se concluye en qué momento del día nos encontramos.

Manuel Torres es considerado un artista autodidacta cuya formación inicial fue como maestro, profesión a la que se dedicó toda la vida. Esta actividad la intercala con su trabajo como pintor. En Vigo tiene ocasión de frecuentar tertulias en las que participaba la élite intelectual gallega. Es así, junto con Dieste, Maside, Paz Andrade o Castelao, como toma el compromiso artístico con la nación gallega, rasgo definitorio de su obra.

Como tantos otros artistas gallegos, en 1927 es becado por la Diputación de Pontevedra, con destino a Madrid. En 1931 se traslada a París durante una larga temporada, conociendo en primera persona las tendencias artísticas de ese tiempo, frecuentando los círculos artísticos de la ciudad. Es el momento en el que visita los grandes museos, teniendo la ocasión de ver la obra de los artistas más significativos. Este hecho justifica la riqueza de sus obras a través de los préstamos aprendidos en París.

La versatilidad de Manuel Torres se percibe en la práctica de diferentes técnicas. Aunque sobresale en la pintura al óleo, la acuarela y el grabado ⸺especialmente el linóleo⸺ son habituales en su actividad. Ello puede guardar relación con el gusto por las ilustraciones de los periódicos. En este sentido, cabe decir que realizó múltiples estampas. En cuanto al desarrollo temático de su obra abundan notas folclóricas y populares, así como la composición de paisajes, en especial aquellos en los que el mar o los pueblos costeros se convierten en protagonistas. La manera expresiva con la que pinta sus cuadros, así como los efectos sensoriales que genera, resulta soberbia.

Las exposiciones individuales y colectivas dedicadas a Manuel Torres se han sucedido en varias ciudades, dedicándosele una antológica en 1982, en la Bienal de Pontevedra, o la celebrada por Caixavigo en 1987. En cuanto al desarrollo de su actividad, como ilustrador colaboró con varias revistas. También se adentró en el territorio de la escultura. Su obra forma parte de las colecciones de museos de Galicia: Museo Quiñones de León de Vigo o Museo del Grabado de Artes de Ribeira son algunos ejemplos. También forma parte de las colecciones de Afundación. En 1992, Marín le concede la medalla de Hijo Predilecto y allí se creará también un museo monográfico.

T. Barros, 1962: T. Barros, Manuel Torres y la Escuela Gallega de Pintura, Santiago de Compostela, La Noche, 1962.

X. A. Castro Fernández, 1982: X. A. Castro Fernández, Manuel Torres. Monografía, Pontevedra, Escola Aberta, 1982.

X. A. Castro Fernández, 1993: X. A. Castro Fernández, “Manuel Torres y el retiro marinense”, en F. Rodríguez Iglesias (ed.): Galicia. Arte. Arte Contemporáneo I, vol. XVI, A Coruña, Hércules, 1993, pp. 38-41.

G. Soler, 1982: G. Soler, Comentario de la exposición antológica de Manuel Torres. Catálogo de Exposición, Pontevedra, Bienal de Pontevedra, 1982.

VV. AA., 1987: El pintor Manuel Torres, A Coruña, Secretaría Xeral Técnica, Consellería de Presidencia, 1987.

VV. AA., 1987: Manuel Torres: Exposición antológica, Vigo, Caixavigo, 1987.

Ficha técnica

Número de referencia: IBC0000826
Autoría: Manuel Torres Martínez
Título: Alegoría del campo
Datos: ca. 1970
Técnicas: 
Óleo
Dimensiones: 
Alto: 183 cm Ancho: 11 cm Profundidad: 3,5 cm
Materiales: 
Tabla
Localización: Colegio Mayor Fonseca