Obra paradigmática del estilo de López Guntín; encuadrado en la Nueva Figuración, el pintor lucense basa sus composiciones en un sólido dibujo, un rico colorido y un rigor geométrico con el que construye la escena. Así, delimita geométricamente los distintos elementos espaciales con los que crea la sensación de profundidad: un primer término en el que vemos un suelo ajedrezado, un segundo ámbito en el que se ve un campo donde se encuentran los niños, y un tercer nivel presidido por las montañas. La línea del dibujo, con el que construye el perfil de las figuras y de las formas, se convierte en un elemento secundario ante el intenso colorido que domina la escena.