Domingo de Andrade (atribución da traza); Arturo Alfonsín e Jerónimo Patiño (ensambladores)
Según las tendencias vigentes en la retablística española desde el último tercio del siglo XVII, Andrade, presumible autor de la traza, diseña un retablo de un solo cuerpo articulado por columnas salomónicas de cinco vueltas y orden gigante, asentado sobre un bancal y coronado por un ático de final semicircular. Las columnas, sobre grandes y recargados mensulones, generan una división en tres calles: la central más ancha, con templetes superpuestos y de escasa profundidad en los laterales y un amplio hueco en el centro para colocar la imagen del santo titular. Sobre el entablamento, movido según la disposición de los soportes, se erige el ático, en el que se dispone la tabla de la Virgen de la Strada, quedando esta estructura enmarcada por volutas conformadas por elementos vegetales, machones y columnas salomónicas, que por ambos lados avanzan en una disposición escalonada. La profusa decoración completa el conjunto, con elementos geométricos, avolutados y curvilíneos, vegetales, con sartas de frutas, follaje y otros motivos característicos de la exuberancia barroca, como los festones, las tarjetas o los pomposos espejos enmarcados por fastuosas orladuras. Este retablo, junto con el de San Francisco Javier, situado en el extremo opuesto del brazo del transepto, comparten autoría, así como pautas de organización y ornamentación.