Bola de Cantón 2
Bola de Cantón en marfil tallado de estilo Netsuke. Son esferas caladas concéntricas, una dentro de la otra a partir de una bola compacta. Este ejemplar está adornado con estilizaciones vegetales de carácter naturalista. Guardada en la vitrina derecha de la bancada del salón de grados de San Xerome.
Entre los objetos más curiosos del Gabinete de Curiosidades de la Universidad de Santiago de Compostela están dos bolas de cantón ebúrneas de origen chino. Este juego se popularizó enormemente en el siglo XIX y principios del XX como un objeto preciosista muy exportado hacia Occidente, especialmente por la belleza de su factura. Tradicionalmente se atribuye el origen de las bolas de cantón a la ciudad portuaria de Cantón -China-, que les da el nombre, urbe conocida por su maestría en la talla del marfil (H. de Morant, 1980, p. 87). Están formadas por varias esferas superpuestas que se mueven independientemente las unas de las otras, en diferentes tamaños y materiales, siendo las más habituales de madera, pero también las hay de jade, esteatita o, como en este caso, marfil. Se trata de un puzle que consiste en alinear perfectamente las esferas que la forman para que se pueda introducir un palillo de un lado al otro, actividad que resulta muy compleja en ejemplares que llegan a tener hasta treinta y cuarenta esferas superpuestas, por lo que se conoce como el cubo de Rubik chino.
En las bolas de cantón conservadas que podemos admirar hoy en muchas colecciones, las esferas interiores suelen decorarse con delicados campos de adornos geométricos o minuciosas ornamentaciones vegetales, mientras que en las exteriores es habitual que se despliegue un mayor virtuosismo, llegándose a tallar incluso pequeñas aldeas, paisajes o dragones entrelazados.
intrínseca derivada de su escasez y dificultad de extracción (M. Estella, 1994, p. 435). Podemos relacionar esta pieza con la moda de los netsuke japoneses -ne (raíz) + tsuke (fijar)-, pequeñas esculturas extendidas también a los territorios vecinos, que tienen su origen en el país nipón en el periodo Muromachi -siglo XIV-. A pesar de que los elementos más empleados fueron la madera de boj, el metal, la arcilla, la porcelana, la laca o, como en este caso, el marfil, también se utilizaron dientes y cuernos de otros animales, bambú, jade, ágata, coral y otras piedras ricas.
La técnica para llevar a cabo estas esferas es muy minuciosa y requiere de gran precisión, ya que son talladas en una sola pieza de marfil macizo a la que se realizan agujeros y luego desde éstos, con herramientas en forma de L, se van cortando las esferas interiores para que puedan moverse por sí mismas. Esto explica que fuese la esfera exterior la que podía desplegar una mayor suntuosidad decorativa, ya que el resto se tallaba a través de pequeños agujeros.
M. Estella, 1994: M. Estella, “La talla de marfil”, en A. Bonet Correa (dir.), Historia de las artes aplicadas e industriales en España, Madrid, Cátedra, 1994, p. 435.
H. de Morant, 1980: H. de Morant Historia de las artes decorativas, edición original 1970, Madrid, Espasa-Calpe, 1980, p. 87.